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A simple vista, una plataforma offshore puede parecer una estructura de tamaño moderado flotando sobre el mar. Sin embargo, lo que se ve en la superficie es apenas una fracción de su verdadera dimensión. Estas instalaciones son algunas de las estructuras más imponentes jamás construidas por el ser humano. Su tamaño total, considerando lo que se encuentra bajo el agua, puede igualar e incluso superar a los rascacielos más altos del mundo.
Algunas plataformas fijas tipo jacket, instaladas en zonas de menor profundidad, pueden alcanzar los 200 o 300 metros desde el fondo marino hasta la cubierta. Eso equivale a la altura de la Torre Eiffel o un edificio de 80 pisos. Pero las verdaderas gigantes son las plataformas semisumergibles o flotantes utilizadas en aguas ultraprofundas, como las tension leg platforms o los buques FPSO. Estas estructuras pueden operar en profundidades superiores a los 2 mil metros, con sistemas de anclaje que se extienden hasta el lecho marino mediante cables o pilotes tensores.
Un caso emblemático es la plataforma Petronius, en el Golfo de México, cuya altura total desde la base hasta la cima supera los 600 metros. Esto la convierte en una de las estructuras más altas del planeta, más alta incluso que la Torre Burj Khalifa de Dubái. Aunque gran parte permanece sumergida y anclada, su presencia es colosal.
Esta magnitud no responde solo a razones de almacenamiento o habitabilidad. Cada metro de altura, cada columna, cada módulo responde a necesidades técnicas precisas, desde resistir corrientes oceánicas hasta permitir la operación segura de helicópteros o grúas.
Las plataformas offshore son verdaderas ciudades verticales en altamar. Su escala impresiona tanto por su ingeniería como por el entorno hostil en el que se mantienen firmes. Son testimonio del ingenio humano para conquistar y coexistir con el mar.
