Nada en la industria offshore se deja al azar. Y eso comienza por su gente. Detrás de cada técnico que opera una válvula a 200 kilómetros de la costa, cada ingeniero que monitorea una presión crítica o cada cocinero que alimenta a una tripulación completa, hay una formación rigurosa que prepara a cada persona para trabajar en uno de los entornos más exigentes del planeta.
Formarse para el mundo offshore es un recorrido que combina conocimiento especializado, disciplina operativa y, sobre todo, adaptación mental. Todo comienza en tierra, en escuelas técnicas, centros de formación industrial y universidades que ofrecen carreras orientadas a petróleo, gas, mecánica, electricidad, soldadura, automatización o logística marítima. Pero más allá del aula, se requiere una preparación práctica enfocada en el campo real.
El primer paso es obtener certificaciones clave. Cursos como el Basic Offshore Safety Induction and Emergency Training (BOSIET), la norma STCW para embarcaciones o las credenciales médicas y psicológicas son obligatorios para cualquier persona que quiera abordar una plataforma. Estos entrenamientos enseñan a evacuar en helicóptero, usar equipos de respiración, combatir incendios y sobrevivir en mar abierto. No se trata solo de operar, se trata de estar preparado para lo inesperado.
Luego viene la familiarización con la vida offshore. Muchas empresas cuentan con centros de simulación donde se recrean pasillos, módulos habitacionales, salas de control o espacios confinados. Aquí se entrena el protocolo, la rutina, la conciencia situacional. Porque en altamar, cada movimiento cuenta.
Finalmente llega el primer embarque. Ese momento en que el helicóptero despega, el mar se extiende por debajo y el horizonte se convierte en oficina. En ese instante, todo lo aprendido se pone a prueba.
El talento offshore se construye con dedicación, técnica y temple. Desde la costa hasta el casco de la plataforma, el trayecto es exigente, pero también lleno de orgullo. Porque quien pisa una cubierta en altamar sabe que llegó ahí no solo por lo que sabe, también por lo que fue capaz de aprender, resistir y demostrar. Y eso, en esta industria, vale tanto como el acero que flota.
